Investigación y género: la visión de tres investigadoras para un futuro más justo
En el marco del 8M, Marisol Fernández, Julianna Ramírez y Patricia Ruiz Bravo analizan el papel de la mujer en la academia, los desafíos que enfrentan en sus disciplinas y el valor de los estudios de género para construir una sociedad más equitativa. Desde su experiencia como docentes, investigadoras y coordinadoras de grupos de investigación, exploran también el impacto de la universidad en la generación de conocimiento y cómo la labor académica contribuye a transformar realidades y promover la igualdad.

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¿Qué desafíos enfrentan las mujeres en la investigación? ¿Cómo afectan estos factores a su desarrollo académico y profesional? ¿Qué cambios son necesarios para crear un entorno más inclusivo y justo? Para dar respuesta a estas interrogantes, las investigadoras Marisol Fernández, Julianna Ramírez y Patricia Ruiz Bravo abordan las problemáticas estructurales de su labor desde diferentes orillas: el derecho, los negocios y las ciencias sociales. En este intercambio de ideas, se enfatiza en la necesidad de fortalecer los estudios de género en la universidad y en la sociedad, con el objetivo de que las nuevas generaciones de investigadoras puedan desarrollarse en un entorno mejor.
Una situación por atender
En el ámbito académico, las mujeres investigadoras enfrentan desafíos particulares que afectan su desarrollo profesional y su bienestar. Estos obstáculos, a menudo invisibilizados, revelan las desigualdades estructurales que aún persisten en la academia y en la sociedad en general. Las tres investigadoras coinciden en este punto. Marisol Fernández, docente del Departamento Académico de Derecho y coordinadora del Grupo de Investigación en Derecho, Género y Sexualidad, destaca que un reto importante para las mujeres investigadoras es la carga de cuidados que asumen, lo que limita el tiempo que pueden dedicar a la investigación. “A diferencia de lo que ocurre con los hombres, a las mujeres se nos exige que, como madres o hijas, asumamos ese rol. La investigación requiere tiempo, pero muchas académicas deben equilibrar esta tarea con el cuidado de hijos, familiares o tareas domésticas, lo que afecta su productividad y bienestar”, señala.
Desde Centrum, Julianna Ramírez, docente y coordinadora del Grupo de Investigación en Liderazgo Socialmente Responsable, Mujer y Equidad, refuerza esta idea al recordar su estudio sobre el impacto del teletrabajo en mujeres académicas en Ecuador, Chile y Perú durante la pandemia. Su investigación evidenció que muchas enfrentaban una triple carga: investigación, docencia y labores de cuidado. “Vimos patrones comunes: madres con niños pequeños, cuidadoras de adultos mayores y mujeres que debían encargarse del hogar, lo que redujo drásticamente su producción académica”, afirma.
Por su lado, Patricia Ruiz Bravo, docente del Departamento de Ciencias Sociales y coordinadora del Grupo de Investigación en Estudios de Género, vincula este escenario a otra problemática. Para ella, aunque la participación de mujeres en la investigación ha crecido, persisten barreras estructurales que dificultan su desarrollo profesional. “Existen sesgos en editoriales y centros de investigación, sobre todo en ciencias, que asumen que las mujeres tienen menos tiempo para producir investigación de calidad”, sostiene. Además, menciona que muchas académicas internalizan este prejuicio, lo que las lleva a exigirse de manera excesiva y, en algunos casos, a postergar postulaciones a fondos o la publicación de sus trabajos.
Otro de los principales desafíos a afrontar es la desinstitucionalización del enfoque de género en el sector público. Fernández describe la situación señalando que “las políticas que se habían logrado implementar ahora están siendo amenazadas por discursos conservadores”. Este retroceso limita la capacidad de la investigación para influir en las decisiones gubernamentales, la educación y los sistemas judiciales, así se reduce su impacto real en la vida de las personas. Tanto Ramírez como Ruiz Bravo coinciden en la necesidad de que la academia recupere su rol clave en la incidencia política. Una posible estrategia para lograrlo sería reforzar la colaboración entre universidades, centros de investigación e instituciones, tanto públicas como privadas, con el objetivo de transformar las investigaciones en herramientas efectivas para generar cambios sustanciales. La aplicación del conocimiento sobre género en beneficio de todos y todas.
Generación y género: un aprendizaje mutuo
La colaboración entre distintas generaciones de investigadores es una práctica fundamental en los grupos de investigación. Este encuentro de saberes y vivencias, valiosos en su diversidad, está siendo clave para transformar el campo académico y ampliar las perspectivas sobre las problemáticas de género. Marisol Fernández lo sabe bien y por eso subraya el aporte que las investigadoras jóvenes han introducido en la discusión: temas que antes se pasaban por alto, como la maternidad y los cuidados en el ámbito académico, hoy son cuestiones esenciales para comprender la realidad de las mujeres en la investigación.
Patricia Ruiz Bravo complementa esta postura. Desde su experiencia, las nuevas generaciones han aportado enfoques innovadores para analizar fenómenos emergentes, tales como la masculinidad en redes sociales y el impacto de los memes en la construcción de identidades de género. Estas visiones permiten que los estudios de género se expandan más allá de los límites tradicionales, abordando las dinámicas sociales de manera más crítica, y adaptada a los retos de una sociedad digitalizada y globalizada.
En este contexto, Julianna Ramírez resalta cómo las redes sociales han transformado la producción científica y fortalecido la conexión entre investigadoras a nivel internacional. Las plataformas digitales, según ella, han facilitado el acceso a nuevas metodologías y han impulsado la creación de redes de colaboración, mediante canales para el intercambio de puntos de vista, lo que ha permitido fortalecer el conocimiento colectivo.
Un compromiso vigente
Las investigadoras destacan el papel fundamental de la PUCP en la consolidación de los estudios de género y su impacto en la academia. Para muestra, un botón: este 2025, los estudios de género en la PUCP cumplen 35 años. “Esto evidencia un compromiso institucional sostenido a lo largo del tiempo”, señala Marisol Fernández. Esta trayectoria ha permitido fortalecer el campo de estudio, visibilizar las desigualdades estructurales que persisten y la necesidad de generar cambios desde la investigación.
Desde su propia línea de especialización, Julianna Ramírez destaca el compromiso de Centrum con la investigación aplicada, cuyo objetivo es generar un impacto tangible en el ámbito empresarial y social. Su enfoque, explica, pone un énfasis especial en las mujeres empresarias, promoviendo estudios que buscan reducir brechas y fomentar un entorno más equitativo. “El conocimiento que producimos no puede quedarse solo en la teoría: debe traducirse en acciones concretas que beneficien a la sociedad”, enfatiza.
Finalmente, Patricia Ruiz Bravo subraya que, pese a los desafíos que aún persisten, el futuro de la mujer en la investigación es alentador. La renovación generacional y el creciente compromiso con la equidad en la academia han abierto nuevas oportunidades para las investigadoras. “Hemos avanzado significativamente, y vemos que las nuevas generaciones tienen una mentalidad mucho más abierta y crítica. Como investigadoras, es nuestra responsabilidad seguir impulsando espacios de debate y producción científica que no solo amplíen el conocimiento, sino que también contribuyan a la transformación social”, concluye.
El camino es todavía largo, pero con cada estudio, cada publicación y discusión académica, las investigadoras siguen abriendo puertas para las nuevas generaciones. Su trabajo va más allá de ampliar el conocimiento: es una contribución para lograr una sociedad más justa e inclusiva.