“Podremos tener grandes conocimientos metodológicos, saber cómo hacer una hipótesis, una pregunta de investigación… pero la ética es algo más profundo”
¿Se investiga con las personas o hay casos donde simplemente se extrae información de ellas? ¿Qué compromiso ético asumen quienes construyen conocimiento a partir del tiempo y la experiencia de otros? Ivonne Vargas, experta en ética de la Pontificia Universidad Católica de Chile, invita a repensar la investigación desde una relación más consciente, respetuosa y comprometida con quienes la hacen posible.

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A primera vista, en el currículum de Ivonne Vargas Celis destacan –entre otros méritos– su grado de magíster en Ética, otorgado por la Université Catholique de Louvain de Bélgica, y su rol como presidenta del Comité Ético Científico de Ciencias de la Salud de la Pontificia Universidad Católica de Chile, institución en la que también se desempeña como docente e investigadora. Sin embargo, lo que su hoja de vida no revela es su firme convicción de que la investigación científica no solo puede, sino que también debe, replantear el lugar que le otorga a la ética dentro de su jerarquía de prioridades.
Esta convicción fue la que compartió con los asistentes del ciclo de conferencias Cultura Ética, organizado por la Oficina de Ética de la Investigación e Integridad Científica (OETIIC) de la PUCP. En su ponencia, titulada “Participación con propósito: reflexiones sobre los beneficios para participantes y comunidades en la investigación” (ver conferencia), Vargas Celis abordó el llamado «extractivismo en investigación», un problema persistente en el ámbito académico que se manifiesta en la obtención de datos de personas o comunidades sin involucrarlas ni ofrecerles beneficio alguno.
La experta va más allá de una postura crítica y también plantea caminos para el cambio. Para ella, ha llegado el momento de que la comunidad científica –investigadores, universidades, centros de investigación, revistas académicas– apueste por una forma de investigar realmente comprometida con quienes hacen posibles los estudios; es decir, los participantes. Una mirada que, además de reflexionar sobre los desafíos éticos a enfrentar, también destaque las oportunidades que emergen cuando se pone a las personas en el centro del proceso investigativo. O, como ella misma afirma, cuando la ética se convierte en el corazón de la investigación.
Al inicio de su ponencia, usted mencionó a la chilena Margot Loyola como una figura clave en la recopilación del saber oral tradicional, con prácticas éticas de respeto hacia las personas que compartían su conocimiento. ¿Puede contarnos un poco más sobre ella?
Siempre la menciono cuando hablo de la importancia de retribuir a los participantes, un aspecto muchas veces olvidado en la ciencia. Margot Loyola, folclorista y académica chilena, fue una figura importante en la recopilación del saber oral tradicional. Su ética, respeto por las personas y reconocimiento a quienes compartían su conocimiento fueron una gran inspiración para mí. Ella recorría zonas rurales, valorizando las tradiciones culturales sin apropiarse del conocimiento de otros, algo que considero un modelo ético para la investigación. Hoy, aunque los compromisos académicos a veces nos alejan de esta práctica, existen esfuerzos por recuperarla, incluso mediante redes sociales como Instagram, que permiten difundir resultados e involucrar a la comunidad. Esta apertura forma parte del concepto de ciencia abierta, que promueve el acceso público al conocimiento científico.
¿Percibe que en la academia hay un proceso de revisión ética cada vez más profundo respecto al trato hacia las personas participantes en las investigaciones? ¿Cómo se expresa este cambio en América Latina y en qué se diferencia de otras regiones?
Históricamente, la investigación científica ha cometido abusos en distintos contextos. Esto ha llevado a una revisión ética global. En América Latina, con nuestra historia de dominación, se vuelve aún más urgente repensar cómo tratamos a los participantes. Los comités de ética deben colaborar más activamente con los investigadores para promover prácticas respetuosas.
En línea con lo que usted comenta, ¿considera que hoy está emergiendo un nuevo perfil del investigador más centrado en el respeto, la humildad y el bienestar de las personas involucradas en los estudios?
He reflexionado mucho sobre el ethos del investigador. Más allá del conocimiento, lo esencial es tener un interés genuino por las personas. La investigación debe buscar el bienestar común, no quedarse en un paper. La humildad científica y el respeto al otro enriquecen todo el proceso.
¿Se podría decir que algunas empresas, a través de la responsabilidad social, muestran un mayor interés por las personas que la propia academia?
Yo creo que, como en todo, no hay que demonizar. Hay empresas que hacen muy bien las cosas, otras que no tan bien, otras que definitivamente bastante mal o que son poco éticas. Lo mismo pasa con los académicos. Creo que hay de todo. Lo que sí es cierto es que hay que visualizar más estos temas, ponerlos en agenda pública y, en ese sentido, agradezco muchísimo esta entrevista. Hay académicos a los que nos interesa muchísimo avanzar de esta manera. Yo soy optimista. Creo que esta tendencia hacia una investigación más ética y humana va en aumento. No solo es posible, sino que además facilita el trabajo, mejora los resultados y fortalece la calidad científica.
En este contexto de una investigación más ética y humana, ¿cuál vendría a ser el rol de la universidad en la formación de nuevas generaciones de investigadores?
Es un rol fundamental. Las universidades son instituciones que forman personas, que luego se desarrollan profesionalmente o se dedican al ámbito académico, formando a otros y realizando investigación. En Chile, a las universidades que hacen ambas cosas las llamamos universidades complejas. Si tienes un área declarada de desarrollo de la investigación, tienes que formar investigadores. Lamentablemente, los investigadores se forman un poco a pulso, participando y haciendo. No hay tanta formación en investigación, salvo en los programas doctorales. Creo que es importante que las universidades fortalezcan esas formaciones doctorales, que ahí fortalezcan la ética y la investigación. Quizás haya que crear institutos de ética, centros que permitan formar, porque efectivamente hay un déficit en la formación en investigación y sobre todo en la formación ética. Podremos tener grandes conocimientos metodológicos, saber cómo hacer una hipótesis, una pregunta de investigación… pero la ética es algo más profundo, es la reflexión sobre la investigación y sobre mi quehacer como investigadora. Y vuelvo ahí al ethos, sobre el cual estoy reflexionando y que quiero seguir explorando, quizás más adelante a través de una pequeña investigación teórica.
En los últimos años, muchas revistas científicas han incorporado requisitos éticos cada vez más estrictos. ¿Considera que estas medidas pueden contribuir a reforzar la importancia de la ética en el trabajo de los investigadores?
Es cierto, las revistas científicas han empezado a exigir documentación ética, lo que es positivo. Pero no basta con el papeleo, la ética debe estar integrada en toda la metodología. Hay que enseñar a leer críticamente y promover prácticas transparentes. En general, la ética en la investigación ha avanzado de forma reactiva, a partir de reclamos, abusos y denuncias. Así surgieron los primeros comités de ética como respuesta a casos emblemáticos. Luego ocurrió algo similar con las publicaciones científicas, que desde los años 2000 comenzaron a exigir el acta de aprobación ética como requisito para publicar, lo que marcó un primer filtro importante. Las revistas hoy buscan asegurarse de que la información sea real, que los datos se hayan recopilado de forma ética y que existan consentimientos informados. Por eso, al describir los métodos, también hay que declarar el paso por comité de ética y esos procesos éticos. La ética y la reflexión sobre el trabajo investigativo no son accesorios, sino que constituyen el corazón de la investigación.
Esto que usted comenta también se puede vincular con las estructuras de los trabajos de investigación, donde muchas veces lo ético queda relegado o se aborda de forma superficial. ¿Qué opinión le merece esta forma de tratar la dimensión ética en las tesis y proyectos académicos?
Sí, eso es muy relevante, cómo incorporamos los aspectos éticos, que no sea solo como un anexo. Se debe considerar la ética de la investigación como parte fundamental de esta, verificando si la pregunta de investigación que se plantea es ética, porque no se debe repetir algo que ya se investigó. Entonces, no debe ser cualquier pregunta, sino una que tenga una reflexión ética detrás, que se dirija a mejorar el conocimiento y el bien común. Se debe comprobar que los métodos concuerdan con los objetivos, asegurando que será un estudio viable. Es decir, que no se hará perder el tiempo a las personas, por ejemplo, con una encuesta que, al aplicarle los métodos estadísticos, no dará ningún resultado concluyente. Todo eso es ético, es calidad de la investigación, es coherencia y, por supuesto, es respetuoso. Los participantes nos entregan su tiempo de manera generosa, ya sea respondiendo una encuesta, tomando una muestra, haciendo una entrevista en profundidad u observándolos en su vida cotidiana. Hay que tener en cuenta esto, porque además esa persona, que podría ser un futuro participante para muchas otras investigaciones, luego no querrá participar en ninguna. Por eso existe una gran responsabilidad de parte de quienes realizamos investigación.
¿Cómo responden sus estudiantes cuando les habla de estos temas?
Me motiva ver estudiantes interesados en investigar con ética. Formar investigadores responsables y sensibles al bien común es fundamental. Y para hacer ciencia de calidad hay que ser muy responsable, hay que ser no solamente estudioso, inteligente, sino que hay que desarrollar este lado humano. Se debe cultivar el respeto por los otros, de que les importen realmente las personas, legítimamente o realmente, las personas, de pensar en el bien común. Creo que hay muchos elementos con los cuales encantar a los estudiantes para que sean excelentes investigadores. No me cabe duda que se va a ir mejorando todo este trabajo de investigación, esta actividad, y que va a aflorar mucho más la ética en todas las investigaciones.
Visto así, ¿nos quedamos con el optimismo del que habló hace un momento entonces?
Sí, de todas maneras. Nos quedamos con el optimismo.
Visión compartida con la PUCP
Fulton Rivera, jefe de la OETIIC, subraya la necesidad de dejar atrás las prácticas extractivistas en la investigación, tal como lo plantea Ivonne Vargas. Desde una perspectiva ética, este cambio es fundamental para garantizar la dignidad, la autonomía y la justicia hacia las personas y comunidades involucradas en los procesos investigativos. Implica, además, reconocerlas como agentes con saberes y derechos, y no solo como fuentes de datos u “objetos” de estudio. Avanzar hacia una participación con propósito significa promover investigaciones que generen beneficios concretos, fortalezcan capacidades y contribuyan al bienestar colectivo. Un enfoque que está alineado con los principios promovidos por la PUCP a través de sus comités de ética de la investigación.
Desde la OETIIC, iniciativas como el ciclo de conferencias Cultura Ética abren espacios para la reflexión crítica sobre la ética en investigación (la conferencia de Ivonne Vargas así lo demuestra), fortaleciendo la idea de que una ciencia comprometida con las personas es posible y necesaria. Además, la PUCP impulsa mecanismos como el Fondo de Responsabilidad Social Universitaria (RSU) y su Modalidad de Investigación con Impacto Social (IIS) –promovida por la Dirección Académica de Responsabilidad Social (DARS) en colaboración con el Vicerrectorado de Investigación (VRI), que vinculan los hallazgos con entidades públicas y privadas para aportar al desarrollo humano sostenible.

“Desde el VRI también se trabaja activamente en visibilizar investigaciones con impacto social, reafirmando el compromiso con una ciencia al servicio de una sociedad más justa, equitativa y sostenible”.