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Institucionales

La ética de la investigación: tendencias y desafíos

Columna escrita por el Dr. Mario Pasco Dalla Porta, presidente del Comité de Ética de la Investigación para las Ciencias Sociales, Humanas y Artes de la PUCP, y docente del Departamento Académico de Ciencias de la Gestión.

Vicerrectorado de Investigación

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Todo proceso de investigación involucra a distintos actores como investigadores, sujetos participantes, comunidades, patrocinadores y autores de las fuentes consultadas, entre otros. Debido a que algunos de estos pueden tener intereses contrapuestos, la ética de la investigación busca establecer un estándar de principios de conducta que regule la forma en que se debe desarrollar una investigación y que considere los derechos de los distintos actores involucrados. Este enfoque ha adquirido una relevancia creciente en los espacios académicos, debido al mayor interés de los investigadores, la profesionalización de las disciplinas, las exigencias de accountability de las instituciones académicas y la visibilidad de las malas prácticas en investigación.

Si bien la ética de la investigación emergió inicialmente como una preocupación en las ciencias biomédicas, en las últimas décadas ha cobrado importancia también en las ciencias sociales y humanas. Estas disciplinas tienen algunas diferencias epistemológicas y metodológicas importantes. En un trabajo en colaboración con Isabel Fernández, investigadora de la Universidad de Barcelona, hemos compendiado algunas de estas diferencias y las exigencias éticas derivadas.

En las ciencias biomédicas, suele haber una búsqueda de conocimiento generalizable, mediante formas de interacción habitualmente asimétricas entre investigadores y participantes, tales como la extracción de muestras y la prueba de medicamentos o dispositivos, usualmente en contextos experimentales. A menudo, el potencial de daño físico es relativamente cuantificable. Esto plantea algunas demandas éticas particulares referidas al deber de cuidado médico sobre los participantes, niveles aceptables de riesgo, consentimiento en el uso de material biológico, y, en el caso de los estudios con animales, la aplicación de los principios de reemplazo, reducción y refinamiento (conocidos como las tres R).

En las ciencias sociales y humanas, además del conocimiento generalizable, hay estudios en profundidad de determinados contextos. Las interacciones entre investigadores y sujetos participantes son más complejas y menos asimétricas (habitualmente mediante encuestas, entrevistas, grupos focales y observaciones). El potencial de afectación social o psicológico es de difícil medición. En este caso, las exigencias éticas tienen que ver con las necesidades particulares de consentimiento de los actores involucrados, variados niveles de afectación y riesgo tanto individual como colectivo, consideraciones especiales sobre la privacidad de la información y mecanismos apropiados de devolución de resultados.

En los últimos años, es cada vez mayor el desarrollo de estudios que involucran a distintas disciplinas, con diferentes niveles de articulación e integración entre estas, incluyendo aproximaciones multi-, inter- y transdisciplinarias. En esa línea, hay una creciente oferta de universidades, conferencias internacionales y revistas especializadas con este tipo de abordajes epistémicos. Desde el punto de vista de la ética de la investigación, esto plantea varios desafíos importantes. Quisiera resaltar tres de ellos.

El primer reto implica una comprensión ampliada de los sujetos participantes. Bruno Latour hace un llamado a la democratización de la ciencia. Esto supone repensar algunas dicotomías fuertemente enraizadas (sujeto/objeto, investigador/participante, humanos/animales) para considerar los distintos “colectivos” (entidades humanas y no humanas) que convergen en las dinámicas del conocimiento, y ponderar las formas de relación y dominación entre ellos, evitando su instrumentalización y subordinación.

Un segundo desafío tiene que ver con una aproximación fronética al trabajo científico. Para Bent Flyvbjerg, esto implica tener en cuenta los valores e intereses en juego en la producción del conocimiento científico. Esta perspectiva, centrada en la deliberación pública y en la praxis social, plantea varias interrogantes cruciales: ¿hacia dónde vamos?, ¿cuán deseable es eso?,¿qué deberíamos hacer?, y ¿quién gana y quién pierde? Esto abre la puerta a consideraciones sobre los intereses subyacentes, las dinámicas de poder, las tensiones entre las demandas globales y locales, y la posibilidad de dar voz a los actores silenciados. 

El tercer desafío atañe a la configuración de los equipos de investigación. En concordancia con las declaraciones de Singapur (2010) y Montreal (2013) sobre integridad científica y colaboración en la investigación, es fundamental el acuerdo sobre los roles y responsabilidades de los investigadores, la transparencia sobre los métodos y procedimientos, y la determinación de la autoría sobre las contribuciones.

El desarrollo creciente del conocimiento en los espacios de intersección disciplinaria torna particularmente importante la reflexión sobre las consideraciones éticas específicas que emergen en esos espacios. Es un reto para los investigadores ponderar esas distintas demandas y salvaguardar los intereses de los distintos actores involucrados en sus estudios.