De los 4 Suyos al 12-N
Por Omar Coronel (miembro del GICO)
13 de noviembre de 2020
El 27 y 28 de julio del 2000 en un solo día
La Marcha de los Cuatro Suyos del 2000 no fue solo un día. Duró también los días de su preparación, una inmensa y hermosa caravana colectiva que llegaba a Lima desde distintos puntos del país. En particular, el 27 de julio fue una enorme fiesta en el Paseo de los Héroes Navales, con un largo desfile de diversas organizaciones sociales y partidos opuestos a un tercer gobierno de Alberto Fujimori. Hubo música, cantos, bailes y teatro. Y una bella representación donde una niña representado a la madre Patria hizo prometer a los manifestantes que lucharían hasta derrotar a la dictadura y que defenderían la democracia. Al día siguiente, cuando Fujimori asumía por tercera vez la presidencia, ocurrió lo que más se recuerda: una enorme protesta con una alta represión que dejó muchos heridos y seis fallecidos, debido al incendio que la dictadura provocó en el Banco de la Nación para perseguir judicialmente a los organizadores.
Este jueves 12 de noviembre, en un solo día, se han combinado esos lejanos 27 y 28 de julio. La marcha de ayer en rechazo al gobierno ilegítimo de Manuel Merino comenzó como una gran fiesta. A las 4:30pm, en la Plaza Francia, un centenar de jóvenes preparaba cartelones para la marcha y un grupo de sikuris animaba más el ambiente. A las 5pm la Plaza San Martín ya estaba llena, habría entre 15 mil y 20 mil ciudadanos, la gran mayoría jóvenes, ya no solo millennials sino centennials. A diferencia de hace 20 años, no desfilaban los partidos ni figuraban sus banderas, solo los diversos cartelones preparados por los jóvenes. Había grupos de estudiantes representando a diversas universidades, colectivas feministas y de diversidad sexual, grupos religiosos progresistas, grupos de barristas, los hinchas de La Blanquirroja, y miembros de las tribus digitales que ayudaron a difundir la protesta: influencers, k-popers, y otakus (como ya advertía Marco Sifuentes en su programa de ayer). Pero, sobre todo, jóvenes autoconvocados con amigos o familiares. De sindicatos, solo encontré al SITOBUR, el Sindicato de Obreros/as de Limpieza Pública. De partidos, solo el Nuevo Perú y Juntos estuvieron con banderolas, aunque muchos manifestantes exigieron que no las usen. Igual que hace 20 años, hubo música, cantos, bailes y teatro. Ahora, además, fuegos artificiales y láseres. Éramos una fiesta. Entre las 5 y las 7pm la plaza se desbordó hacia la Colmena y la gente seguía por Wilson, llegando hasta Bolivia. Estamos hablando de por lo menos 50 mil ciudadanos, más que las marchas de No a Keiko de 2011 y 2016. Y solo en el Centro de Lima, porque había nutridas movilizaciones en decenas de distritos. Haciendo las sumas, la cifra en Lima se podría acercar a los 100 mil manifestantes, lo que la ubicaría como la segunda más grande en Lima desde el 2000, superada solo por la inmensa marcha de Ni Una Menos del 2016. A esto se agregarían las decenas de miles marchando en todas las ciudades grandes del país y varias ciudades pequeñas. Y no hay que olvidar que a las 8pm se escuchó el mayor cacerolazo en la historia del país.
Pero la fiesta en Lima acabó también a las 8pm. A esa hora, esta reedición del 27 de julio del 2000 mutó en el doloroso 28 de julio. La marcha, masiva y diversa, era bastante pacífica. Los medios ahora dicen que hubo violencia a ambos lados. En casos así es clave identificar cómo comenzó la violencia y, sobre todo, cómo se intentó contenerla. Se dice que hubo un grupo que presionó por seguir avanzando por Abancay. Cuando ocurre esto, a la policía le toca contenerse o, si es que hay agresiones, retirar y detener a los agresores. Es difícil en una protesta masiva, pero para eso deben estar entrenados. Lo que no se hace es atacar a todos los manifestantes arbitrariamente. Sobre todo, cuando hay adolescentes y adultos mayores. Menos gasear cuando hay pandemia y la idea es no tocarse la cara. Pero la PNP no solo hizo esto, sino que, como corroboran decenas de videos en las redes sociales, tiraron perdigones al cuerpo, lanzaron lacrimógenas a diestra y siniestra, persiguieron a manifestantes que ya se iban a sus casas para seguirlos gaseando (en el puente frente al Hospital del Niño y cerca al Estadio Nacional). Obviamente todo esto generó una reacción violenta de un sector de manifestantes, que le lanzó bengalas a la policía y en varios momentos la agredió, en defensa o como reacción indignada a la represión injustificada. Hay 14 patrulleros averiados. En medio, miembros del equipo Terna han seguido infiltrados. Uno de ellos, al verse descubierto, disparó al aire para alejar a los manifestantes. La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos identificó 11 heridos por perdigones, lacrimógenas y lo que el gobierno ha llamado «canicas». La Policía Nacional del Perú ha negado el uso de estas canicas pero no ha podido explicar de dónde salieron; anuncia que abrirán una investigación. A las 4am del viernes, el congresista Daniel Olivares confirmaba dos manifestantes heridos por estas canicas con complicaciones en el Hospital Almenara: Luis Aguilar está estable, pero Percy Pérez, de 27 años, está muy grave.
El 28 de julio del 2000 que se siguió viviendo fuera de Lima
Infiltrados, represión arbitraria, uso de perdigones son ecos de una época lejana en Lima, pero han sido un zumbido permanente en muchas regiones del país. De acuerdo con los reportes de conflictos sociales de la Defensoría del Pueblo, solo entre 2006 y 2015, 264 peruanos murieron en medio de protestas y 4500 fueron heridos. Y este año, hace solo 3 meses fueron asesinados tres indígenas kukama en una protesta por atención y recursos para hacer frente a la pandemia. Todos sabemos que nuestra democracia fue siempre débil, pero los costos de las protestas son otra lupa que nos confirma cuán insoportablemente débil fue para los y las peruanas más vulnerables. Ese 28 de julio del 2000 siguió ocurriendo en el Arequipazo, Majaz, en Combayo, en el Baguazo, en Espinar, en el Aymarazo, en Conga, en Tía María y tantos dolorosos etcétras más.
Por todo esto, es bueno que las marchas en defensa de la democracia de estos días no pidan volver a la vieja normalidad, la de la democracia desigual y débil que teníamos, sino a una democracia más substantiva, con grandes reformas políticas. En cada una de las protestas que listo arriba, la democracia débil logró algunas investigaciones a los perpetradores y se generaron algunas reformas, como la formación de oficinas de prevención de conflictos en PCM, ministerios y varios organismos estatales, la creación del Ministerio del Medio Ambiente, la Ley de Consulta Previa, etc. En la mayoría de los casos, las autoridades retrocedieron y los manifestantes lograron detener las amenazas o incrementar sus derechos. Se brindaron los medios para que se hagan las denuncias, para hacer informes en el Congreso, para censurar a los responsables políticos en cada caso. Esto es mejor que la situación de censura y arbitrariedad a la que nos quiere hacer retroceder el proyecto autoritario de quienes que están hoy en el poder. Pero fue sumamente insuficiente y muy costoso para muchos peruanos.
Aún tenemos democracia. Hay que usarla para defenderla.
El gobierno de las mafias y los oportunistas calcula que con mayor represión se puede detener la defensa y fortalecimiento de la democracia. Cree que puede poner un gabinete de gente más cercana a los 90s que al siglo XXI sin ninguna consecuencia. Confía en que puede atacar la reforma educativa disimuladamente, que eventualmente la gente cederá ante el Tribunal Constitucional que ellos elijan, que puede traficar obras con diezmos para sus congresistas aliados. La represión de estos días en Lima es muy inusual, detrás es muy probable que haya una orden que ha dado carta blanca a los abusos con el pésimo cálculo de que una gran represión va a desincentivar la participación en las marchas. Una de las frases más simbólicas de ayer le pertenece al flamante premier, Antero Flores Araoz: “algo les fastidia, pero no sé qué”. Y una de las imágenes más simbólicas es la del batallón de policías celebrando su represión frente al palacio de justicia la madrugada de hoy. Ambas imágenes acercan a este gobierno al colombiano y especialmente al chileno durante los estallidos de 2019. Esa desconexión con o desprecio por la ciudadanía es la gasolina para que escale la protesta. En particular, la represión, sobre todo en contextos democráticos, no disminuye, sino que incrementa la protesta.
Pero, ¿seguimos en una democracia? Sí, aún no nos la terminan de robar. Habrán concentrado el poder del ejecutivo y legislativo, pero el poder judicial aún tiene importantes niveles de independencia. El TC aún no les pertenece y su independencia es una bandera nacional. Los medios, a pesar de sus dueños y de no ser aliados de la protesta, aún son relativamente independientes, unos más que otros. Se enfocan en la violencia de los manifestantes, pero aún pasan las protestas, aún editorializan también en contra de la represión. Hay muchos periodistas frontalmente opuestos al gobierno, más aún ahora que herir periodistas en las marchas parece un objetivo claro (26 periodistas han sido heridos desde el lunes). Los miembros de la oposición en el congreso son solo 19 (los que votaron en contra de la vacancia). Pero en vista del enorme rechazo al gobierno ilegítimo, tanto el desubicado Frente Amplio como el FREPAP han adelantado que no darán el voto de confianza al nuevo gabinete. Si esto es así, solo faltarían 25 votos más para que se pueda censurar la Mesa Directiva (lo que haría caer al gobierno). Esto es factible tomando en cuenta lo precario que es la coalición de mafias y oportunistas en el poder.
Estas arenas son clave para demandar presión internacional. La OEA no ha reconocido al gobierno y espera la decisión del Tribunal Constitucional. Ayer y hoy la ONU sacó comunicados condenando la represión en las protestas, denunciando implícitamente las prácticas del grupo Terna. Estas presiones externas e internas deben mantenerse para evitar que el régimen termine de mutar. Mientras aún existan estos contrapesos, la represión no puede escalar al nivel de ‘full represión’ típico de los autoritarismos que son las únicas oportunidades donde se logra desincentivar la protesta masiva. En una democracia, así sea débil, que aún puede presionar para que esa represión no se vuelva abiertamente asesina, la participación en protestas solo va a aumentar mientras sigan subiendo los niveles de indignación. Y ayer esos niveles se han ido al cielo.
Ese terrible 28 de julio del 2000 acabó en meses con el gobierno de transición de Valentín Paniagua. Hoy estamos mejor posicionados que ese 28 de julio, hay todavía contrapesos y, a falta de organizaciones, hay redes sociales que reducen los costos de coordinación de la protesta. Lo más eficaz es usar, en simultáneo, las arenas institucionales y las de protesta para defender la democracia. Pero, reconociendo sus virtudes, también hay que aprender de los errores de aquella transición. No solo peleemos por volver al status quo, fue ese status quo de democracia sin partidos lo que nos hizo desbarrancarnos lentamente hasta donde estamos. Es probable que la lucha para restaurar un gobierno legítimo no demore mucho más. Pero la lucha por fortalecer nuestra democracia va a ser mucho más dura y demandante.