Las ciudades intermedias, tradicionalmente identificadas por aglomerar un número de habitantes menor al medio millón de habitantes o por su estrecha relación con el territorio en el cual se localizan, vienen experimentando transformaciones significativas.  En efecto, sus actividades económicas ya no están relacionadas solamente con su entorno territorial.  Surge una demanda de servicios y de equipamientos vinculada a inversiones cuyas escalas trascienden la región.  Es el caso por ejemplo de la gran minería donde empresas mineras con capitales transnacionales generan enormes impactos indirectos en economías locales.  Estos impactos, entre otras dimensiones, se expresan en la configuración de lo urbano, incidiendo en cambios en los sistemas constructivos, adaptaciones o imitaciones de edificaciones localizadas en grandes ciudades o en la forma de expansión del continuo urbano.