Noticias y eventos
“Se señala que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos, pero en la práctica no es así”

A propósito del Día Internacional de la Mujer, conversamos con la doctora Patricia Ruiz Bravo sobre el propósito de esta fecha, qué acciones debe tomar el próximo gobierno del Perú y cómo se trabaja en nuestra Universidad para promover la equidad de género.

¿Por qué se necesitan fechas como el Día Internacional de la Mujer?

Porque, a pesar de que en los discursos se señala que los hombres y mujeres tenemos los mismos derechos, en la práctica esto no ocurre. Queremos volver a poner en el tapete las diferencias que todavía existen: violencia, educación, acceso al poder político, sexismo en los medios, el uso del cuerpo de la mujer en las ventas. Es el día para generar conciencia. Cuando hablamos del Día Internacional de la Mujer hablamos de que hombres y mujeres colaboren en esta cruzada. Que los hombres sean parte de esta transformación cultural para una sociedad más democrática.

Existe una idea equivocada de que lo que se busca es “voltear la tortilla”, una supremacía de la mujer sobre el hombre.

Exactamente. Ese es un contraargumento falaz. Nosotras no queremos ser superiores ni estar por encima del hombre. Queremos igualdad, algo que está en la Constitución y en las democracias más reconocidas.

¿Cuáles son los retos pendientes para la persona que asuma la presidencia este año?

Un gran tema es la violencia. Ya está la ley pero no se ha logrado disminuir el número de mujeres víctimas de violencia por parte de su pareja o de feminicidio. Si disminuye la violencia en la casa, los niños se van a criar en ambientes más saludables.

Otro tema es la participación de la mujer en el espacio público. No se llegó a aceptar en el Congreso la alternancia en las listas parlamentarias. Porque si bien el 30% de las listas tiene mujeres, estas se encuentran muy atrás, entonces no logran ingresar. También se requiere más participación no solo en el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, sino en las carteras de Economía, Salud, Interior.

Luego está la pobreza. Los programas sociales se apoyan mucho en las mujeres. La mujer no solo debe ser un medio para salir de la pobreza, sino también un fin. Se necesita reconocer sus derechos para el desarrollo humano. Una mujer empoderada es una fuerza que transforma.

Finalmente, las reparaciones a las mujeres víctimas de la violencia política y las esterilizaciones forzadas. Mientras no saldemos nuestras deudas del pasado, siempre van a aparecer.

El caso de las mochileras argentinas en Ecuador ha develado una serie de prejuicios que atraviesan a toda Latinoamérica. ¿Se puede dejar de culpar a la mujer cada vez que se le hace daño?

Por lo general, los hombres son socializados para que la mujer sea vista como una presa. Bajo esta mentalidad, todo lo que hace la mujer está pensado para provocar al hombre; cuando en verdad lo hace por ella misma. Los hombres deben dejar de pensar en las mujeres como objetos de su propiedad. Se debe eliminar la idea del piropo como galantería. Esto afecta sus vidas de una manera muy fuerte. Les impide tener libertad de movilizarse por la ciudad. Debemos trabajar con las escuelas. La escuela se ha preocupado por la compresión lectora y las matemáticas, pero no por la convivencia. El bullying es violencia y es caldo de cultivo para todo lo demás. Los medios de comunicación, por su parte, deben dejar de lado el amarillismo. Pueden dar la noticia, pero deben hacer un llamado de atención a que esto no puede seguir sucediendo.

A veces se piensa que es insignificante, pero el acoso puede traer otras consecuencias en cuanto a las dinámicas sociales. Por ejemplo: una chica no sale a la calle por miedo, entonces puede dejar de ir a reuniones donde podría enterarse de convocatorias o becas, hacer networking profesional, etc.

Hay un estudio de ComVo Mujer, que tiene financiación de la GIZ. Uno de los datos es que la violencia a la mujer tiene un impacto monetario. Uno se pregunta por qué las mujeres no acceden a gerencias. No es porque no estén capacitadas, sino que en este entorno suele haber reuniones en las noches y las mujeres no van por la inseguridad, porque tienen hijos o porque el esposo se pone celoso. Esto impacta en la sociedad, porque tenemos un 50% menos del aporte que las mujeres podrían dar.

Pero también hay algunos cambios. Ya se habla de estos temas: algunas modelos reclaman cuando se les retoca con Photoshop, las muñecas Barbie han cambiado hace poco y el cine muestra más mujeres como heroínas.

Estos cambios son muy positivos. Las chicas están viendo otros modelos. En la teoría de género, esto se llama la dimensión simbólica. Su autora, Joan Scott, dice que es importante ver cuáles son los símbolos culturalmente disponibles. Antes la mujer solo aparecía limpiando, como profesora o enfermera. Sería interesante que estos nuevos modelos también se den en producciones peruanas. Esto trae cambios. Es interesante también la reacción de los varones. Una vez me dijeron que, en estas historias, el hombre queda como segundo, dependiente. Yo le decía: “pero nosotras hemos tenido ese papel toda la vida”.

¿Cómo estos prejuicios sobre los roles de género hacen daño al hombre?

En 1993 publiqué un artículo titulado “Corona de espinas”, donde discutía esta idea de “el rey de la casa” y “la reina del hogar”. Analizaba grandes problemas en la vida de los hombres por estos prejuicios. Por ejemplo, el rol de “proveedor”. En esa época hubo muchos despidos y muchos hombres, al no poder cumplir el rol de proveedores, se fustraron de forma muy fuerte. En otros casos, esta carga les demandaba buscarse más de un trabajo, terminaban alienados y perdían de vista su dimensión humana, la convivencia, pasar tiempo con sus seres queridos.

La idea de la virilidad y la sexualidad como algo fundamental, asimismo, hace que todo gire en torno a su performance sexual. Algunos hombres sienten que si no las cumplen, están siendo no-hombres. Esto trae frustraciones y es un círculo vicioso.

¿Qué trabajo se hace desde la Universidad para propiciar la equidad?

La PUCP participa en varias redes internacionales y proyectos alfa, cuyo objetivo principal es ver la equidad de género en instituciones de educación superior: Alfa Equality, Alfa Miseal y Emulies. En estos tres grandes proyectos participamos con un conjunto de 20 universidades de América Latina y Europa. Comenzamos a discutir qué estaba pasando en nuestras instituciones. Existe la idea de que las universidades son muy meritocráticas, sin embargo, la evidencia señala que no es así. Gracias a estas redes nos dimos cuenta de que esta inequidad de género no solo existe, sino que se repite a nivel internacional. En la PUCP, el Grupo de Investigación de Género y la Maestría en Género hicimos un diagnóstico que mostró que las mujeres que acceden a cargos solo son un 6%, quienes están como profesoras principales no llegan al 20% y, para la carrera, la mujer demora 2 o 3 años más que el varón. Sobre esa base hicimos propuestas. Así, el año pasado se aprobaron las políticas de género para el personal docente. Algunos logros son impulsar que las mujeres se presenten a los concursos porque no había la suficiente información, no por mala intención, sino por las dinámicas de las que hablamos líneas arriba. Asimismo, se busca promover una mayor participación femenina, dar algunas facilidades. Por ejemplo, cuando tienen hijos menores de 12 años tratar de que su carrera al doctorado tenga algunas descargas, porque, en muchos casos, el gran problema es la conciliación trabajo-familia. Estas políticas de género están publicadas en internet y han sido aprobadas por el Consejo Universitario. El proyecto de equidad de género en las instituciones de educación superior fue avalado por el rectorado y postulamos a la Cátedra Unesco en París. Hemos ganado y vamos a trabajar no solo a nivel nacional, sino internacional.

*Entrevista realizada por Diego Avendaño y publicada en PuntoEdu