Nuestra tesis se ocupa, como señala el título mismo, de la crítica del espectáculo en las producciones escénicas esbozada en la Carta a D’Alembert sobre los espectáculos (1758) de Jean-Jacques Rousseau y en El caso Wagner (1888) de Friedrich Nietzsche. En ambos casos, a pesar de la distancia temporal de ambos escritos y de las producciones escénicas a las que se refieren, notamos que hay cierta sintonía o motivos comunes en las críticas que esgrimen en contra del arte de su tiempo. En el caso de Rousseau, la condena que elabora en contra del proyecto de instaurar en Ginebra un teatro al estilo parisino, se cifra en la denuncia de que dicho proyecto, en realidad, no contribuiría a perfeccionar las costumbres de sus ciudadanos (a hacer de ellos gente más virtuosa y de Ginebra una ciudad más agradable y placentera, argumentos que emplea D’Alembert para justificar el proyecto), sino que responde, en el fondo, a motivos propios, interesados e injustificados. En el caso de Nietzsche, la crítica a la espectacularidad o “teatrocracia” (expresión que emplea el propio Nietzsche en diversos pasajes de El caso Wagner) de las óperas de Wagner saca a la luz que, en el fondo, dicha espectacularidad no responde a intereses artísticamente genuinos, sino, nuevamente, a motivos propios, interesados y egoístas. La condena común, entonces, puede resumirse en que, en ambos casos, se utiliza el arte de modo instrumental, para conseguir fines ocultos (y, a ojos de nuestros dos filósofos, peligrosos, dañinos) y distintos de los que sus respectivos autores manifiestan públicamente. Así pues, tenemos a dos filósofos que, siendo amantes confesos del arte (e, incluso, creadores de piezas artísticas), a la vez condenan las producciones artísticas de sus épocas y esgrimen críticas tajantes en contra de artistas que hoy consideramos clásicos. Y nuestra hipótesis es que condenan estas producciones por dos motivos fundamentales: 1) por el valor que confieren a la expresión artística genuinamente concebida y 2) por el peligro (social, cultural, moral) que encuentran en la consagración del artificio como modo de creación artística. Ese peligro puede ser cifrado en el uso del arte como instrumento de desnaturalización (de “artificialización” o enajenación), de homogenización (impide la autenticidad y construcción de uno mismo, busca la uniformización de la sociedad pero en términos de mediocridad) y de dominación o manipulación (se utiliza el arte ideológicamente). En ese sentido, planteamos además que uno de los aspectos fundamentales (si es que no el fundamental) de esto que hemos llamado “uso instrumental” de los espectáculos (y de la crítica de ambos autores) tiene que ver, además, con el tema de la exaltación y manipulación de las pasiones: por el aprovechamiento de la parte más vulnerable del hombre para fines propios e interesados.
Autor(es):ALAYZA PRAGER, Cristina
Institución:
Universidad de Salamanca / Facultad de Filosofía / Máster Universitario en Estudios Avanzados en Filosofía / Especialidad de Estética y Teoría de las Artes
Año: 2017
Ciudad: Salamanca