Difusión académica
Homenaje a Norma Fuller Osores. Discurso a cargo de Gerardo Castillo

Discurso de homenaje. 14 de diciembre 2023, Pontifica Universidad Católica del Perú

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Saludo a nuestro decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Carlos Eduardo Aramburú, al Jefe del Departamento de Ciencias Sociales, David Sulmont y a la Directora de Carrera de Antropología, Norma Correa.

Muy buenos días con cada una y uno de ustedes que nos acompañan esta soleada mañana para homenajear a nuestra colega, maestra y amiga Norma Fuller Osores.

Estoy seguro de que casi todos, sino todos, los que estamos en esta sala, cuando pensamos en Norma lo hacemos tanto a partir de sus estudios sobre las relaciones de género como a partir de una historia personal, de un recuerdo que nos ha quedado grabado en la memoria de sus clases o conversaciones en el patio de Sociales. Temprano esta mañana, mientras daba los últimos ajustes a estas palabras, me vino a la mente una canción del cantante y compositor brasileño Gonzaguinha que le gusta mucho a Norma. La canción, que se titula “¿Qué es, qué es? (Vive y no te avergüences de ser feliz)” / “O que é, O que é? (Viver e não ter a vergonha de ser feliz)” dice en uno de sus versos: 

 

Yo me quedo con la pureza

De la respuesta de los niños

Es la vida, es bonita

Y es bonita

Vivir y no tener vergüenza

De ser feliz

Cantar y cantar y cantar

La belleza de ser un eterno aprendiz.

Y es que, como pocas personas, Norma ejemplifica la imposibilidad de separar la vida de la obra, de separar sus actos personales de sus aportes académicos y de su relevancia como profesora.

Nacida en 1948, espero que no sea demasiada indiscreción, Norma pasa su infancia en Santa Beatriz, en el parque Hernán Velarde donde, curiosamente, años después el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, “las Floras”, tendrá su local. Son años de expansión y modernización de la sociedad peruana y de la ciudad de Lima, pero también años de transformación. Norma recuerda que se rebelaba contra los mandatos de los aburridos juegos para niñas y prefería jugar en el hermoso parque con su hermano y sus amigos varones. Pequeños gestos cotidianos de subvertir el orden establecido que van marcando el carácter de Norma. Ciertamente, según recuerda Cecilia Blondet, compañera y amiga desde la época escolar, la vitalidad de Norma no congeniaba bien con la rígida disciplina del colegio Sagrado Corazón Sophianum y muchas veces terminó castigada. Tal vez por ello, el ingreso a la universidad significó, como para muchos de nosotros, un espacio y un tiempo de libertad y descubrimiento entre pares.

En 1965 Norma ingresó a la PUCP con la intención de estudiar historia y arqueología dado su interés por la variedad entre culturas y civilizaciones. Tras finalizar los Estudios Generales Letras, Norma se inscribió en Historia y en la Facultad de Ciencias Sociales pensando que antropología incluía arqueología, la cual estaba en la sede del Instituto Riva-Agüero. Cuando se dio cuenta del error, ya era tarde y estaba ganada por la causa antropológica. Ciencias Sociales era, como lo ha seguido siendo hasta hoy, una facultad con un grupo de gente muy vibrante. En el curso de Antropología, con la doctora Aída Badillo, leyó a Ruth Benedict y Norma encontró su vocación. Por cierto, yo sigo creyendo que no fue Ruth Benedict, sino Margaret Mead.

La especialidad de antropología, sin embargo, recién se estaba formando y aún no se consolidaba. Siguió cursos de prehistoria y paleontología, pero nada en antropología social. El Padre Manuel Marzal había sufrido un grave accidente en México y su esperada reforma tardó un tiempo en tornarse realidad. Mientras tanto, el espíritu inquieto de Norma la impulsa a viajar a Chile en 1970. Llegó tarde para matricularse en la Universidad de Chile, pero, bajo la guía del sociólogo Eduardo Hamuy trabajó en encuestas e historia electorales en la Biblioteca Nacional en plena efervescencia del triunfo de Salvador Allende. 

Tras su regreso al Perú el 71, vuelve a Sociales un año después para encontrar un ambiente renovado. Con el importante apoyo de la Fundación Ford, nuestra especialidad logró reunir un excepcional equipo de profesores: Manuel Marzal (y sus estudios sobre religiosidad e historia de la antropología en el Perú y México), Jorge Dandler (y su interés por campesinado y reformas agrarias en la línea de Eric Wolf), Juan Ossio (con sus estudios sobre parentesco y quien probablemente definirá, junto con Tom Zuidema, la existencia de una cultura andina), Enrique Mayer (con sus notables estudios sobre economía campesina y ecología inspirados en las ideas de control vertical de John Murra), Luis Millones (con sus investigaciones en etnohistoria) y Stefano Varesse en antropología amazónica. Posteriormente se unirán Alejandro Ortiz (quien introduce el estructuralismo lévi-straussiano y el análisis de mitos) y Teófilo Altamirano (con sus pioneras investigaciones sobre migraciones internas). Es, sin embargo, Fernando Fuenzalida quien marca su impronta en este excepcional grupo; sus reflexiones sobre campesinado y etnicidad constituyen un hito en la antropología peruana. Junto con colegas y amigos como Carlos Eduardo Aramburú, Alejandro Camino, Carlos Mora, César Zamalloa, Marisabel Aramburú, Eduardo Bedoya o Denis Cuche, Norma es parte de esta brillante primera generación de antropólogas y antropólogos formada en nuestra propia universidad.

En este contexto, politizado de cambio social, pero bullente de nuevas ideas y no sin resistencias por ser mujer, Norma acompañó a un profesor visitante que hacía trabajo de campo en Vinchos, Ayacucho. Con él fue a Santa María de Magdalena de Paccha, un anexo vecino donde permaneció por un año y del que es fruto su tesis de bachillerato “La comunidad indígena durante los primeros años de la conquista: el caso de la comunidad de Santa María Magdalena de Paqcha” (1981). Este interés por la etnohistoria, sociedades andinas y transformaciones en comunidades campesinas se mantendrá en Norma. Así, años más tarde publicó “Renacer del pasado: memorias de la guerra en la comunidad de Santa María Magdalena de Pacccha” en un volumen editado por el IFEA sobre memorias de la violencia política contemporánea.

Tras un breve período de enseñanza en la PUCP, Norma viaja a Europa y descubre que París era una fiesta, pero sobre todo una fiesta de luchas feministas. Además de estudiar en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, donde obtiene el Diploma de Estudios a Profundidad en etnología bajo la dirección de Nathan Wachtel con material etnohistórico de Paccha, Norma conoce y se involucra con el movimiento feminista y sus preocupaciones. Involucramiento y preocupaciones que no la abandonarán.

Efectivamente, Norma es una de las primeras antropólogas en estudiar las relaciones de género – en una época en que se asociaban con estudios de la mujer – en la sociedad peruana contemporánea y pionera en los estudios de masculinidades. Dilemas de la femineidad. Mujeres de clase media en el Perú, de 1993, y Masculinidades. Cambios y permanencias: Varones de Cuzco, Iquitos y Lima, publicado el 2001, son dos textos fundantes y fundamentales en los estudios de género en el país. En el primer texto, Norma explora la forma en que se constituyen y relacionan – de manera fluida, compleja y contradictoria, las identidades de femineidad en mujeres de clase media en Lima. En medio de profundas transformaciones culturales, sociales, demográficas, económicas y políticas – que cuestionan y tornan inviable, por ejemplo, el modelo del hombre como proveedor único – las identidades de muchas mujeres se ven tensadas entre los mandatos tradicionales que exaltan la maternidad y mandatos modernos de igualdad y desarrollo individual y profesional.

En este estudio, Norma nota que la identidad femenina se construye en un proceso de diálogo con la voz masculina. De ahí la necesidad de incluir los discursos y las prácticas de masculinidad para comprender la constitución de un sistema de géneros. Esto la conduce a iniciar pioneros y fructíferos estudios sobre las masculinidades. Con el apoyo de una beca de la Fundación Ford, Norma inicia un ambicioso proyecto para comprender los cambios y las permanencias en los estilos de masculinidad de varones del Perú. El resultado, es una estupendo libro que analiza y sintetiza 120 entrevistas a hombres de dos generaciones (una socializada siguiendo patrones tradicionales de masculinidad y otra que es influenciada por los cambios discursivos hacia la igualdad entre los géneros), dos clases sociales (medias tradicionales y populares) y tres ciudades con marcadas matrices regionales: Cusco, Iquitos y Lima. Trabajo titánico que tomó unos cinco años. Como su asistente en parte del proceso, aún tengo vivo el recuerdo de varias noches en que personal de seguridad se acercaba tímidamente a su oficina para decirle: “doctora, son las 11 de la noche, tiene que salir porque la universidad va a cerrar”.

Este interés por las masculinidades, sus tensiones y fisuras se ha mantenido en Norma. Prueba de ello son sus trabajos como editora en Paternidades en América Latina (2000) y Difícil ser hombre. Nuevas masculinidades latinoamericanas (2018) o el proyecto que llevó a cabo entre el 2011 y el 2012 sobre sexualidad y relaciones de género en poblaciones wampís y awajún del río Santiago. Estos estudios le permitieron tejer y animar una red internacional con destacados investigadores como Mara Viveros de Colombia, Teresa Valdez y José Olavarría de Chile, Ondina Fachel Leal del Brasil o Matthew Gutmann y Michael Kimmel de los Estados Unidos.

Asimismo, el aporte de Norma ha implicado un importante desarrollo institucional al interior de la universidad. Además de ejercer diversos cargos como el de Jefa del Departamento de Ciencias Sociales, Norma fue gravitante en la formación, primero, del Diplomado en Estudios de Género y, posteriormente, de la Maestría de Género en la PUCP. Siendo la profesora Sandra Vallenas oficial del programa de género de la Fundación Ford, Norma, junto con el esfuerzo y entusiasmo de Patricia Ruiz-Bravo, Narda Henríquez, Cecilia Rivera, Elisabeth Acha y nuestro siempre recordado Gonzalo Portocarrero, crearon el Diplomado en Estudios de Género en 1990, el que da pie a una vigorosa e interdisciplinaria maestría el 2012.

Norma, también fundó y coordinó el grupo de investigación Subjetividades Cuerpos y Performances desde el cual impulsó diversas investigaciones sobre masculinidades junto con nuestro colega Alex Huerta-Mercado.

Mención aparte es su aporte como directora de nuestra revista de bandera, la revista Anthropologica por cinco años, entre el 2003 y 2007. Fundada en 1983 con su centro en la antropología andina y amazónica, la revista, bajo la dirección de Norma, experimentó un vital relanzamiento al transitar de temas clásicos como el parentesco, el mito, el simbolismo y la religiosidad, hacia temas como las relaciones de género, la ecología política, la educación y la interculturalidad, las migraciones, los medios de comunicación y la antropología urbana, a la par de iniciar el proceso de indexación y digitalización que bien han sabido continuar sus posteriores directores, nuestros queridos colegas Cecilia Rivera y Alex Huerta-Mercado.

Hacia la vuelta del siglo, Norma amplió sus intereses para incorporar una mirada sobre el turismo, el desarrollo rural y las transformaciones culturales. El libro Turismo y cultura: entre el entusiasmo y el recelo, publicado el 2009 da cuenta de dicho interés por el encuentro entre sociedades rurales y procesos globales y globalizantes. En esta línea, Norma ha sido miembro de la Comisión de Gobierno de la Facultad de Gastronomía, Hotelería y Turismo, donde ha dictado varios cursos de manera destacada.

El resto es historia conocida. Tras obtener el grado de Psicología Clínica en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, Brasil, Norma regresa al Perú en 1988; un año memorable y especial: nace Esteban – quien estoy seguro de que nos está siguiendo en estos momentos desde Pekín donde realiza sus estudios de doctorado – y es nombrada profesora a tiempo completo. Cerca de 40 años de investigación y enseñanza en los cuales Norma ha formado a varias de las generaciones de antropólogas y antropólogos que nos encontramos hoy reunidos. En sus clases, textos y debates, aprendimos de identidades y de relaciones de género, pero también de socialización, de transmisión cultural, de habitus, de la consagración, de las micropolíticas del cuerpo, de lo abyecto y lo contaminante que va en contra de los sistemas clasificatorios. Y es que, siguiendo la mejor tradición antropológica, Norma supo poner en diálogo un rico y detallado material etnográfico con la discusión teórica. Fue ella quien nos puso en contacto por vez primera en la especialidad con ideas y autores como Michael Foucault, Donna Haraway, Pierre Bourdieu o Judith Butler.

Al estar escribiendo estas líneas de homenaje, me vino a la mente la definición que Aristóteles da de amistad en su Ética a Nicómaco: un amigo es aquel que nos hace mejores. Así, una persona amiga no solo es aquella a la que podemos confiar nuestros secretos y en quien contar en momentos de dificultad. La amistad es la oportunidad – el kairós griego, el momento en que algo importante ocurre – gracias a la cual nuestras potencialidades pueden desarrollarse, actualizarse y hacerse efectivas. Así, gracias a los momentos de clase, de trabajo en investigación, de conversación y, por qué no de desavenencia, de celebración y de rutinas universitarias con Norma, puedo decir que me he desarrollado, que soy un mejor antropólogo y una mejor persona. No me queda entonces sino, como muchos de nosotros, agradecerte Norma por ayudarnos a desarrollar nuestra potencia y ser mejores; gracias por más de tres décadas de amistad. Como en la letra de la canción de Gonzaguinha, pienso en lo que he aprendido de Norma y digo: 

Es la vida, es bonita

Y es bonita

Vivir y no tener vergüenza

De ser feliz

Cantar y cantar y cantar

La belleza de ser un eterno aprendiz.

Muchas gracias.